A 20 años del Argentinazo

Este 19 y 20 de diciembre se cumplen 20 años de la pueblada que terminó con el nefasto gobierno de De la Rúa al grito de «que se vayan todos» y abrió una crisis política por la que trascurrirían cinco presidentes en una semana designados provisionalmente por el Parlamento. En la asunción de Adolfo Rodriguez Saá, la Asamblea Legislativa aprobó y vitoreó el no pago de la deuda con los bonistas privados, que se prolongó desde ahí por más de dos años. También el Argentinazo marcó el fin de la Ley de Convertibilidad impuesta por Menem y Cavallo en 1991. El Argentinazo abrió un cuestionamiento de masas al sistema politico, con un nivel de protagonismo popular que puso en tela de juicio si «el pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes».

La movilización en las calles comenzó el 19 de diciembre a la noche tras el decreto de Estado de Sitio que De la Rúa transmitió por cadena nacional. El gobierno pensó que la medida tendría el apoyo de las capas medias porteñas, en medio de las amenazas de saqueos que habían circulado intencionadamente durante toda la tarde.

Primero, se congregaron espontáneamente vecinos y más vecinos en las esquinas de los barrios con cacerolas, rechazando la medida antidemocrática y represiva de un gobierno que desde hacía semanas tenía restringido los retiros de efectivo de los cajeros a pequeñas cifras. Aquel Corralito bancario había llevado al límite de la supervivencia a miles que vivían de trabajos no registrados que cobraban en efectivo como empleadas domésticas, albañiles y todo tipo de cuentapropistas subocupados y desocupados que había ido creciendo desde la privatizaciones. Las concentraciones en muchos barrios de la ciudad crecieron hasta hacerse multitudinarios y llegado un momento empezaron a contagiarse en el objetivo de llegar hasta Plaza de Mayo. Algunas caminaron desde Flores, Caballito, Almagro, Balbanera y otros barrios.

Ese mismo 19 por la mañana, las operarias de la fábrica de confecciones Bruckman habían ocupado la planta ante el abandono patronal que les adeudaba tres sueldos. Pensando que las obreras se irían resignadas a sus casa, la patronal no aparecía. Por lo que en la disyuntiva de quedarse sin plata y en la calle sin trabajo, decidieron ocupar la planta de cinco pisos del barrio de Once, comenzando así la historia emblemática de una de las fábricas recuperadas que parió el proceso que desembocó en el Argentinazo, como ya había sido Renacer en Tierra del Fuego, Zanón en Neuquén y que se multiplicaron en todo el país.

En el conurbano, ya todo diciembre había estado plagado de cortes y movilizaciones a supermercados reclamando alimentos. El movimiento piquetero venía desarrollándose desde 1997, surgido en Cutral-Co, extendido a Salta, Jujuy, Tierra del Fuego y todo el interior hasta llegar a la Provincia de Buenos Aires, donde en el año 2000 el corte masivo de la Ruta 3 durante más de una semana en La Matanza obligó a la ministra de Trabajo Patricia Bullrich a firmar las concesiones en la propia ruta. De ese 19, y lo que vendría el 20 de diciembre, surgió la consigna “piquete, cacerola, la lucha es una sola”.

En marzo de ese 2001, el movimiento estudiantil había salido a la calle rechazando el recorte que intentó aplicar De la Rúa con su ministro de Economía López Murphy, quien finalmente debió renunciar tras una semana. También las Mujeres en Lucha venían enfrentando los remates que sufrían los chacareros, organizados en la Federación Agraria Argentina.

Diez días antes del 19 y 20 de diciembre, la CGT y la Unión Industrial Argentina motorizaron un paro de actividades fabriles en contra de la política económica determinada por la Ley de Convertibilidad, que beneficiaba a bancos y empresas de servicios públicos privatizados bajo control extranjero y que disponía de libre convertibilidad de sus ganancias y giros de remesas en dólares. También la producción agropecuaria y las exportaciones estaban trabadas por la Ley de Convertibilidad. En definitiva, la Convertibilidad se sostenía en favor de un sector de las clases dominantes y en contra de otro, pero fundamentalmente en detrimento de los trabajadores, el pueblo y la Nación. Los sectores dominantes perjudicados primeron intentaron que el gobierno de la Alianza derogase la Convertibilidad. Y ante su apuntalamiento principalmente europeo –mediante nuevos prestamos como el Megacanje y el Blindaje luego del agravamiento de la situación— y tras el Corralito, impulsaron el reemplazo del ministro de Economía Cavallo.

Duhalde presidía el peronismo tras ser derrotado en las elecciones por De la Rua, pero el PJ gobernaba la Provincia de Buenos Aires y otras provincias en las que, ante la falta de partidas presupuestarias, comenzaron a emitir cuasi-monedas con las que les pagaban a los empleados públicos. La línea de Alfonsín, enfrentado a De la Rua en la UCR, también era la de reemplazar a Cavallo para salir de la Convertibilidad, expresando también la posición de la UIA, la Sociedad Rural y otros sectores sometidos por la Convertibilidad. Menem mantenía un peso importante dentro del PJ y defendía la Convertibilidad. Meses antes había renunciado el vicepresidente Chacho Álvarez tras los escándalos en la votación de la Ley Laboral flexibilizadora, denominada “Banelco” por los sobres que la SIDE distribuyó entre los legisladores para su aprobación. En las Las elecciones de octubre, el voto bronca, nulo, blanco y abstención habían sido el fenómeno emergente de las elecciones en las que, además, salió derrotado el gobierno de la Alianza.

En ese marco general de crisis política, económica, fractura de las clases dominantes y los principales partidos políticos, y tras la movilización del 19 de diciembre a la noche y la renuncia de Cavallo, durante el 20 comenzaban los escarceos y la represión de la caballería en la Plaza de Mayo. Multitudes comenzaron a ocupar las diagonales que desembocan en Plaza de Mayo y la 9 de Julio y sostener el choque con las fuerzas policiales. De la Rua, a través de su secretario de Seguridad Enrique Mathov, impartió la orden de salir a matar manifestantes para desatar el pánico y desalojar la Plaza. Así se sucedieron decenas de asesinatos policiales en los alrededors de la Plaza y unos 39 en todo el país. Pero las diagonales y Av. de Mayo no se desalojaban y seguían los choque a piedrazos y con gomeras. Cuando ya caía la tarde y la lucha popular mostraba voluntad de seguir durante la noche, De la Rua se subió al helicóptero desde la terraza de la Casa Rosada: ya había renunciado.

Publicado en Prensa Al Frente