25 de Mayo y el aprovechamiento de las contradicciones entre colonialistas

Liniers se opuso a Primera Junta y fue fusilado, 1810.

En momentos que desde diversos sectores pretenden llevarnos a la idea de que debemos optar entre “occidente” u “oriente”, viene bien recordar nuestra propia táctica revolucionario que conquistó la Independencia. Una historia que tuvo un hito fundamental con la conformación del primer gobierno patrio el 25 de Mayo de 1810, la Primera Junta, pero que no fue ni el primero ni mucho menos el último. Algunos años antes, el rechazo criollo a las invasiones inglesas de 1806 y 1807 habían contribuido a generar las condiciones y una fuerza militar para imponer en 1810 este primer gobierno patrio.

Primera Junta

El Cabildo Abierto que concluyó en la Primera Junta fue detonado por la noticia de la caída de Sevilla en España ante los franceses. Pero semejante decisión evidenció que el proceso independentista ya estaba en marcha. No por casualidad una de sus primeras medidas fue lanzar campañas militares. Los patriotas aprovecharon el debilitamiento de España, pero no para atarse a otro colonialismo en ascenso.

Para quienes creían que la “liberación” frente a España sería posible de la mano de alguna otra nación poderosa, Santiago Liniers ya estaba presto a abrazarse con Francia. Liniers venía de encabezar el enfrentamiento militar contra las Invasiones Inglesas en 1806 y 1807; y había ejercido como virrey del Virreinato del Río de La Plata entre 1807 y 1809. Desde Córdoba se opuso a la Primera Junta, pero terminó apresado y fusilado en Buenos Aires.

La resolución de esta crisis pone de relieve que, más allá del rol destacado que tuvo el militar de origen francés Liniers en las Invasiones Inglesas, aquellas confrontaciones contra los ingleses dieron impulso y confianza a las fuerzas patrióticas para cumplir su misión histórica. Recordemos a modo ilustrativo que uno de los líderes de la revolución, Martín Miguel de Güemes, participó en sus 16 años de aquella gesta tomando por asalto un barco inglés que había quedado varado en el río.

La voluntad de independencia

Desde 1810 hasta la derrota definitiva del colonialismo español en Ayacucho en 1924 pasaron 14 durísimos años de guerra. En ese período, también hubo quienes se ofrecieron al colonialismo inglés. Tal fue el caso de Carlos María de Alvear que, como miembro del Directorio, envió en enero de 1815 una carta al embajador inglés en Río de Janeiro con ese objetivo. El hecho derivó en su propia renuncia y finalmente el Congreso de Tucumán declararía la Independencia de “los reyes de España, su metrópoli y de toda otra nación extranjera” en 1816. En ese momento Fernando VII ya había vuelto a su trono y habían sido sofocadas prácticamente todas las rebeliones en América Latina. Pero la mecha ya estaba encendida.

Nuestra historia demuestra que la liberación se basó en nuestras propias fuerzas patrióticas y populares. Esto es lo que evidencian las epopeyas como el Éxodo jujeño y la Batalla de Tucumán conducidas por Manuel Belgrano, el Cruce de los Andes planificado por San Martín o la Guerra Gaucha organizada por Güemes en el norte argentino. Fueron hitos que significaron enormes sacrificios.

El aprovechamiento de las contradicciones entre los colonialismos de aquella época contribuyó al desarrollo de las fuerzas patrióticas. Pero, así como es necesaria una semilla para que el árbol crezca, lo determinante fue la voluntad y la organización independentista.


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